Conoce a Victoria Villanueva Chávez, la mujer de 90 años que quiere vivir para escribir

ANDINA/Difusión

ANDINA/Difusión

22:00 | Lima, dic. 30.

A sus 90 años Victoria Villanueva Chávez se siente escritora y lo confiesa sin titubeos. Eligió la escritura en su adolescencia como una forma de dar rienda suelta a sus reflexiones existenciales y, más adelante, durante su juventud y madurez, para narrar los cambios sociales que vivía el país y los que comenzaban a experimentar las mujeres peruanas a finales de los 70.

Vicky, como le dicen de cariño sus amigas y amigos, escribió siempre, tal vez no con la tenacidad de muchas autoras, pero sí con la perseverancia que le otorga el camino recorrido. Nació en el tercer decenio del siglo XX y, para su época, se atrevió a vivir experiencias que muchas mujeres de entonces no osaban.

“Sentí la necesidad de escribir en el colegio. Yo quería hablar conmigo misma, quería saber por qué era tímida, por qué era una niña asustada, que después hacía travesuras. Me di cuenta de que empezaba a crear un personaje para contrarrestar a esa niña insegura, porque me juntaba con las chicas más atrevidas del colegio”, cuenta a la agencia Andina.



Pero tuvo que suspender sus estudios escolares, por dificultades económicas en el hogar familiar, debido a la prisión y posterior deportación que sufrió su padre, don Víctor Villanueva, militar sancionado por proponer cambios al interior del Ejército, así como por los escasos ingresos que percibía su madre, doña Julia Elena Chávez, por su labor como costurera.

Escribir para ser libre


Sin embargo, comprendió que debía retomar y concluir su etapa escolar, por lo que se matriculó en una escuela pública nocturna. Continuó trabajando como secretaria; más adelante se casó, fue madre y, durante varios años, transitó por el mundo sindical y político-partidario, hasta que en 1978 fundó el Movimiento Manuela Ramos, para dedicarse plenamente a la lucha por los derechos de las mujeres.

En todo ese tiempo, con pausas prolongadas, siguió escribiendo: artículos para revistas y periódicos, propuestas, informes, notas y también sus soliloquios, tan necesarios para ella. Tal vez esa necesidad de escribir fue heredada de su padre, a quien le apasionaba usar la palabra escrita para relatar sus recorridos por el Perú de inicios del siglo XX, como buen militar. 

“Escribir fue una manera de acercarme a mi papá y también a mi hermana Elena, la mayor, que falleció tempranamente. Ellos hablaban mucho durante las comidas, mientras yo y mis hermanos solo escuchábamos. Yo sentía que mi papá la prefería. Yo la admiraba y, a veces, la envidiaba porque sabía mucho: conocía temas del mundo, de la política, del arte”, comenta.

Esa motivación filial, quizá inconsciente en aquellos años, estuvo siempre presente. Ella era feliz escribiendo, recuerda. Por eso, ya en la madurez, a fines de los años 80, se aventuró a indagar sobre Manuela Sáenz, figura con la que se identificó desde joven. “Sentía que me parecía a ella por las locuras que hacía, por su manera de vivir a contracorriente”.

Decide acercarse a esta figura clave de la gesta libertadora, estudiando Historia en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. De esa experiencia nació La palabra escrita de Manuela Sáenz, una investigación que analiza y recopila sus escritos, diarios y cartas, para revelar su propia voz y visión.

Sentirse escritora


“Lo que escribí sobre Manuela Sáenz estuvo motivado especialmente por mi afán de ser historiadora. Y ahí lo dejé. Ahora redacto lo que deseo, exploro mi memoria, y una habitación propia sigue siendo mi condición vital para poder sumergirme en el proceso creativo”, comenta.

En el segundo piso de su casa tiene un cuarto especialmente acondicionado para leer y escribir, y también para releer a Virginia Woolf o Simone de Beauvoir, sus fuentes inagotables de introspección, ahora que se enfrenta a un mundo que no le concede tiempo al silencio.

Un año antes de la pandemia del covid-19, un accidente la postró temporalmente en cama, lo suficiente para volver a darse la oportunidad de escribir “y dedicarme de lleno a eso”, precisa.

Escribir a los 90 años


Así comenzó a dar rienda suelta a sus ocurrencias y escribió Sopa de brujas, porque brujas somos (2019), donde recopila diversas preparaciones del plato casero más popular de la mesa peruana. Luego publicó Julia Elena (2023), un entrañable texto sobre su madre, y Víctor Noé (2025), dedicado a su padre.

Si antes era una activista que escribía, hoy se define como una escritora activista, porque desea inspirar a otras mujeres a escribir. “Antes me preocupaba vender mis libros. Ahora no. No me interesa si mi libro va a la Biblioteca Nacional”.

Mientras redactaba, fue conociendo más a su madre, comprendiendo lo difícil que debió ser estar casada con un militar. “Descubrí que a mi mamá le interesaban los temas intelectuales. Descubrí su dignidad. Nunca lloró delante de nosotros. Hacía largas colas bajo el sol del verano para sacar cita y visitar a mi padre en el Panóptico. Luego volvía a casa, cocinaba y trabajaba como costurera. Tuvo incluso una tienda en Miraflores. Qué fuerza. Hasta culminó su carrera de Educación en 1957. Yo fui rebelde, nuestra relación no fue fácil”.

También escribió sobre su padre, pero, admite, en un tono distante, porque las ausencias marcaron su vínculo. Entre la vida militar, la persecución y el encarcelamiento, la dinámica familiar se vio profundamente afectada.

Vivir para escribir


Hoy Vicky escribe por las tardes, en WordPress, una plataforma de contenidos abierta y gratuita. Ha publicado recientemente comentarios sobre la obra A tientas, de la poeta Elba Luján, y recuerdos de cómo vivió la Navidad familiar en 1964 y cómo ha preparado la de este año. 

Escribe porque hablar no es suficiente: “las palabras se las lleva el viento. Lo escrito es asible: se puede leer, releer, revisar, corregir y luego compartir”, comenta.  Es una forma de ordenar sus ideas, las propias y las que surgen de la reflexión frente a la computadora.

Escribir significa libertad, soltar, “es bien rico”, dice. “Me libera. Libero mis miedos a expresarme, a que vean lo que siento, a exponer mi lado vulnerable, porque tengo una imagen de mujer fuerte”.

Escribió sobre su madre no para pedirle cuentas, sino por agradecimiento, porque la apoyó en momentos difíciles de su vida y de su familia, pese a su rebeldía. 

“Ella necesitaba ser reconocida. Siempre hablaban de mi papá, de Víctor Villanueva y de sus libros, pero de ella no hablaban nada. Ella tenía un lugar y yo quería que se le reconozca, sacarla del anonimato. Ella sostuvo a nuestra familia”.

¿Qué le ha dado la escritura tras tanto camino recorrido? Pues, una necesidad vital: “Quiero vivir para escribir. Tengo mucha impaciencia por escribir, pero no libros, sino artículos cortos, como los que publico en WordPress”.

Más en Andina:




(FIN) SMS/LIT


Publicado: 30/12/2025